Luisa Fernanda Montero
Se nos fue otro año sin reforma migratoria, sin Dream Act y sin alivio para las miles de familias que continúan luchando contra los coletazos de la aun viva crisis económica.
Pero el espíritu navideño nos dejó un aliciente muy valioso que – si sabemos usar - podrá convertir los años venideros en años exitosos.
El Censo nos dice que somos más y como somos más, contamos más.
Lo primero a resaltar es que valieron la pena los esfuerzos por involucrar a la comunidad hispana en el Censo 2010. Eso habla muy bien del crecimiento de nuestra conciencia comunitaria.
Lo segundo, y no menos importante, es recordar que en la medida en que los hispanos pesemos como grupo, comunidad o minoría podemos levantar la voz con más fuerza para exigir nuestros derechos y actuar políticamente para alcanzar nuestras metas.
Ya las cifras exactas nos definirán mejor, pero por ahora, el saber que somos más y que contamos debe ser un gran estimulo para comenzar el año nuevo llenos de positivismo.
Si bien es cierto que la ausencia de la reforma que le de estatus legal a los más de 12 millones de inmigrantes indocumentados que esperan en las sombras afecta grandemente a nuestra comunidad y que el fracaso del Dream Act ensancha la incertidumbre que acompaña a nuestros jóvenes estudiantes, también es cierto que las grandes recompensas no llegan después de largas luchas. Nosotros tenemos que continuar la nuestra.
Ya sea siendo parte activa de los grupos y organizaciones comunitarios que nos representan ante los cuerpos legislativos, llamando a los legisladores cuando sea necesario o haciendo acto de presencia cuando sea pertinente, debemos todos recordar que, como bien dice el adagio popular, una sola golondrina no hace verano.
Solo unidos y fortificados como ciudadanos vamos a lograr para los nuestros los cambios legislativos que merecemos. Por eso, si por alguna razón no hemos podido convertirnos en ciudadanos, este es un buen momento para hacerlo.
¿Qué mejor propósito para el 2011?
Es bien sabido que muchas veces el factor económico se convierte en un obstáculo para tal fin, pero un poco de esfuerzo, y porqué no, de sacrificio de nuestra parte, nos dará la oportunidad de decidir con nuestro voto.
Las proyecciones poblacionales indican que seguiremos creciendo y eso está muy bien: la unión hace la fuerza, pero si no accedemos a las urnas y no tenemos la posibilidad de votar, ese crecimiento simplemente no es suficiente.
Así que la invitación para el año que comienza es a revisar nuestro espíritu comunitario y recordar muy bien quienes somos, de dónde venimos, para dónde vamos, porqué votamos y por quién.
El año que comienza es una nueva oportunidad para reiterar con nuestros actos que nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, nuestra honestidad y compromiso contribuyen día a día a construir el país que escogimos para vivir. ¡Feliz año nuevo!
lunes, 27 de diciembre de 2010
lunes, 20 de diciembre de 2010
No es cuestión de dinero
Luisa Fernanda Montero
Por estos días en los que las tiendas rebosan de compradores y ofertas el dinero se convierte en el actor principal de una opera en la que, a más dinero, más felicidad.
¿Y si no hay dinero?
A muchos las ansias y los deseos se les quedan estancados en el bolsillo, generando una sensación de tristeza e impotencia que no encaja con la temporada. Por eso vale la pena recordar que la capacidad de compra no debe ser determinante a la hora de decidirse a disfrutar de las fiestas decembrinas.
En esta época de nostalgias, villancicos, posadas y novenas los recuerdos de las navidades viejas suelen hacer su aparición y en los rincones de la memoria lo que brilla es el recuerdo de los seres queridos, los abrazos y la alegría que durante años han acompañado las navidades.
Por eso, la invitación para esta navidad es a detenernos un segundo y reflexionar sobre todo lo que podemos dar.
Es claro que el detalle, el presente o el regalo pasan a ser un símbolo del afecto que sentimos por aquellos a quienes obsequiamos; y hay pocos placeres comparables a la alegría de compartir nuestro bienestar con aquellos a quienes amamos, pero cuando lo material lo abarca todo, corremos el riesgo de olvidar lo más importante.
Si, dar es maravilloso; pero además de preciosos regalos envueltos en papel estampado son muchas las cosas que podemos dar y lo mejor: la lista es infinita y no tiene precio.
Podemos obsequiar a los que amamos con nuestra compañía, con nuestra presencia física y emocional.
Podemos obsequiar a quienes nos rodean con una sonrisa sincera.
¿Cuánto cuesta un abrazo?
Podemos repartir todas las palabras amables que no cuestan nada y los cumplidos que generan sonrisas automáticas. Una palabra oportuna puede cambiar en un instante tristezas por alegrías.
Podemos obsequiar nuestro silencio cuando nos decidimos a escuchar y compartir nuestras alegrías para que se multipliquen.
Podemos regalarnos el perdón y perdonar.
Es posible que entre tantos juguetes nuestros hijos olviden cuál vino por cumpleaños y cuál llegó por navidad, pero nunca olvidaran que papá se sentó a su lado para descubrirlo juntos y para empezar a jugar.
A veces nos llenamos la cabeza de números, vivimos en un mundo en el que se contabiliza todo y todo se cuenta en dólares.
No dejemos que el valor de lo material – necesario y calculable – supere el valor de lo espiritual y de lo humano que todos llevamos dentro.
A la hora de celebrar, recordemos que el amor no tiene precio y que la alegría no es sólo cuestión de dinero. ¡Feliz navidad!
Por estos días en los que las tiendas rebosan de compradores y ofertas el dinero se convierte en el actor principal de una opera en la que, a más dinero, más felicidad.
¿Y si no hay dinero?
A muchos las ansias y los deseos se les quedan estancados en el bolsillo, generando una sensación de tristeza e impotencia que no encaja con la temporada. Por eso vale la pena recordar que la capacidad de compra no debe ser determinante a la hora de decidirse a disfrutar de las fiestas decembrinas.
En esta época de nostalgias, villancicos, posadas y novenas los recuerdos de las navidades viejas suelen hacer su aparición y en los rincones de la memoria lo que brilla es el recuerdo de los seres queridos, los abrazos y la alegría que durante años han acompañado las navidades.
Por eso, la invitación para esta navidad es a detenernos un segundo y reflexionar sobre todo lo que podemos dar.
Es claro que el detalle, el presente o el regalo pasan a ser un símbolo del afecto que sentimos por aquellos a quienes obsequiamos; y hay pocos placeres comparables a la alegría de compartir nuestro bienestar con aquellos a quienes amamos, pero cuando lo material lo abarca todo, corremos el riesgo de olvidar lo más importante.
Si, dar es maravilloso; pero además de preciosos regalos envueltos en papel estampado son muchas las cosas que podemos dar y lo mejor: la lista es infinita y no tiene precio.
Podemos obsequiar a los que amamos con nuestra compañía, con nuestra presencia física y emocional.
Podemos obsequiar a quienes nos rodean con una sonrisa sincera.
¿Cuánto cuesta un abrazo?
Podemos repartir todas las palabras amables que no cuestan nada y los cumplidos que generan sonrisas automáticas. Una palabra oportuna puede cambiar en un instante tristezas por alegrías.
Podemos obsequiar nuestro silencio cuando nos decidimos a escuchar y compartir nuestras alegrías para que se multipliquen.
Podemos regalarnos el perdón y perdonar.
Es posible que entre tantos juguetes nuestros hijos olviden cuál vino por cumpleaños y cuál llegó por navidad, pero nunca olvidaran que papá se sentó a su lado para descubrirlo juntos y para empezar a jugar.
A veces nos llenamos la cabeza de números, vivimos en un mundo en el que se contabiliza todo y todo se cuenta en dólares.
No dejemos que el valor de lo material – necesario y calculable – supere el valor de lo espiritual y de lo humano que todos llevamos dentro.
A la hora de celebrar, recordemos que el amor no tiene precio y que la alegría no es sólo cuestión de dinero. ¡Feliz navidad!
lunes, 13 de diciembre de 2010
Juguetes seguros, familias felices
Luisa Fernanda Montero
Las festividades que se avecinan suelen traer de la mano no sólo alegrías y celebraciones, si no también muchas distracciones que pueden resultar en serios problemas.
Los excesos a los que se prestan los ambientes festivos son muchos, pero en esta ocasión vamos a referirnos al exceso de distracción que puede poner en peligro a nuestros hijos.
La prisa de los compromisos y las compras navideñas puede hacer que nos distraigamos a la hora de elegir los regalos de nuestros hijos. La elección, que de por si es difícil dadas las múltiples opciones que nos ofrece el mercado, no debe hacerse a la ligera.
Para empezar, es importante recordar que el juego, es una actividad indispensable para ayudar a los niños en sus procesos de descubrimiento y aprendizaje del mundo que los rodea; partiendo de esa base, es recomendable elegir los juguetes teniendo en cuenta la edad de sus hijos y su seguridad.
Los juegos didácticos adecuados para las diferentes edades pueden ser un buen regalo, ante todo, si cumplen con los requisitos de calidad y garantizan la seguridad de los pequeños.
En ese sentido, son varias las precauciones que hay que tomar. Por ejemplo si el juguete está destinado a un niño menor de tres años, es indispensable verificar que su tamaño sea adecuado. Una pieza demasiado pequeña puede causar ahogamiento si el niño se la lleva a la boca y la traga.
En lo relacionado con los juguetes, las medidas de la Comisión para la Seguridad de los Productos de Consumo de Estados Unidos, CPSC, por sus siglas en inglés, incluyen estrictos límites en el contenido de plomo y el control de juguetes importados para garantizar que los productos peligrosos no lleguen a nuestro hogar.
Sin embargo, sólo en el 2009 hubo en Estados Unidos más de 186 mil lesiones relacionadas con juguetes, en niños menores de 15 años.
Por eso es importante recordar a los padres de familia la importancia de hacer compras seguras y de estar muy atentos a los juegos de sus hijos.
Entre las principales recomendaciones de la CPSC está elegir siempre juguetes adecuados para cada edad, prestar atención a las medidas de seguridad, por ejemplo, a la hora de elegir artículos deportivos o bicicletas, patines o motonetas, es indispensable adjuntar los equipos de protección indicados, ya sean cascos, guantes o rodilleras.
Es importante además, que los niños tengan un lugar adecuado para sus juegos. No se debe permitir que los niños circulen en triciclos o bicicletas en áreas de tráfico vehicular permanente, o donde corran peligro de caer en piscinas, estanques o lagos.
Además, el hogar muchas veces puede presentar riesgos, si los niños deciden practicar sus juegos en cocinas o baños o incluso, en habitaciones con persianas o cordones.
Recuerde que las bicicletas y demás juguetes de montar, representan un riesgo constante de caídas y si la velocidad es excesiva, la caída puede ser mortal.
Préstele atención a su sentido común, todos hemos sido niños, y retire de circulación cualquier elemento que considere riesgoso para su hijo. Algo tan aparentemente inofensivo como un globo desinflado puede ocasionar un ahogamiento. Un imán pequeño puede generar lesiones graves así como las pilas o las baterías en caso de ser ingeridas.
El funcionamiento de aparatos eléctricos o recargables debe ser supervisado por los adultos. Los accidentes no llaman a la puerta, pero cuando llegan pueden ser fatales. Manténgalos fuera del alcance de sus hijos.
Las festividades que se avecinan suelen traer de la mano no sólo alegrías y celebraciones, si no también muchas distracciones que pueden resultar en serios problemas.
Los excesos a los que se prestan los ambientes festivos son muchos, pero en esta ocasión vamos a referirnos al exceso de distracción que puede poner en peligro a nuestros hijos.
La prisa de los compromisos y las compras navideñas puede hacer que nos distraigamos a la hora de elegir los regalos de nuestros hijos. La elección, que de por si es difícil dadas las múltiples opciones que nos ofrece el mercado, no debe hacerse a la ligera.
Para empezar, es importante recordar que el juego, es una actividad indispensable para ayudar a los niños en sus procesos de descubrimiento y aprendizaje del mundo que los rodea; partiendo de esa base, es recomendable elegir los juguetes teniendo en cuenta la edad de sus hijos y su seguridad.
Los juegos didácticos adecuados para las diferentes edades pueden ser un buen regalo, ante todo, si cumplen con los requisitos de calidad y garantizan la seguridad de los pequeños.
En ese sentido, son varias las precauciones que hay que tomar. Por ejemplo si el juguete está destinado a un niño menor de tres años, es indispensable verificar que su tamaño sea adecuado. Una pieza demasiado pequeña puede causar ahogamiento si el niño se la lleva a la boca y la traga.
En lo relacionado con los juguetes, las medidas de la Comisión para la Seguridad de los Productos de Consumo de Estados Unidos, CPSC, por sus siglas en inglés, incluyen estrictos límites en el contenido de plomo y el control de juguetes importados para garantizar que los productos peligrosos no lleguen a nuestro hogar.
Sin embargo, sólo en el 2009 hubo en Estados Unidos más de 186 mil lesiones relacionadas con juguetes, en niños menores de 15 años.
Por eso es importante recordar a los padres de familia la importancia de hacer compras seguras y de estar muy atentos a los juegos de sus hijos.
Entre las principales recomendaciones de la CPSC está elegir siempre juguetes adecuados para cada edad, prestar atención a las medidas de seguridad, por ejemplo, a la hora de elegir artículos deportivos o bicicletas, patines o motonetas, es indispensable adjuntar los equipos de protección indicados, ya sean cascos, guantes o rodilleras.
Es importante además, que los niños tengan un lugar adecuado para sus juegos. No se debe permitir que los niños circulen en triciclos o bicicletas en áreas de tráfico vehicular permanente, o donde corran peligro de caer en piscinas, estanques o lagos.
Además, el hogar muchas veces puede presentar riesgos, si los niños deciden practicar sus juegos en cocinas o baños o incluso, en habitaciones con persianas o cordones.
Recuerde que las bicicletas y demás juguetes de montar, representan un riesgo constante de caídas y si la velocidad es excesiva, la caída puede ser mortal.
Préstele atención a su sentido común, todos hemos sido niños, y retire de circulación cualquier elemento que considere riesgoso para su hijo. Algo tan aparentemente inofensivo como un globo desinflado puede ocasionar un ahogamiento. Un imán pequeño puede generar lesiones graves así como las pilas o las baterías en caso de ser ingeridas.
El funcionamiento de aparatos eléctricos o recargables debe ser supervisado por los adultos. Los accidentes no llaman a la puerta, pero cuando llegan pueden ser fatales. Manténgalos fuera del alcance de sus hijos.
lunes, 6 de diciembre de 2010
¿Estamos enfermos de alcoholismo?
Luisa Fernanda Montero
Las coronas de pino, los arbolitos y las luces que alegran los paisajes navideños traen a la memoria aromas y sabores entrañables. La navidad llega una vez más a nuestras vidas y tras ella vendrán las celebraciones de año nuevo, que llaman tanto a la alegría como a la nostalgia – eso depende – y que muchas veces, vienen acompañadas de licor.
La historia del ser humano como ser social, esta ligada desde sus principios al consumo de sustancias o bebidas concebidas para incentivar la alegría o escapar del mundo según sea el caso.
Por eso, es difícil señalar la línea divisoria, la línea mágica que nos diga en que momento nuestro amigo el licor se convierte en nuestro peor enemigo.
¿Cuando somos bebedores sociales y cuando nos convertimos en bebedores problemáticos?
Bebemos, los humanos, para celebrar nuestro nacimiento o el nacimiento de Jesús, bebemos para escapar a la tristeza, bebemos para romper la monotonía, bebemos cuando cerramos un negocio o sellamos un compromiso, bebemos cuando el negocio se dañó y cuando el compromiso se acabó.
Bebemos, y con ello la sociedad está conforme; por eso la responsabilidad de controlar nuestra relación con el vino, es sólo nuestra.
El abuso del alcohol trae mucho más que una resaca y por desgracia, cuando el alcohol ha empezado a dominar nuestras vidas, entramos en una etapa de negación que generalmente descansa en la aprobación del entorno social.
Para muchos, la figura del alcohólico no empata con la del cumplido compañero de trabajo o la figura amable de la empleada del café o el supermercado. La creencia popular es que el alcohólico es un desadaptado total que está muy cerca de parecer un pordiosero y que no encaja en el paisaje cotidiano.
Falso. Cualquiera que esté a nuestro alrededor puede estar empezando a padecer el alcoholismo sin generar la más mínima sospecha en su entorno social.
El que muchos consideren el alcoholismo como una cuestión moral y, por tanto, como un indicador de debilidad más que como una conducta aprendida hace que el enfermo se sienta avergonzado y se niegue a admitir que tiene un problema.
Por eso, muchas personas que sufren la dependencia del alcohol, no van por ahí, pregonándolo. Hace falta un largo proceso de rehabilitación para que el enfermo acepte su condición y empiece a trabajar por superarla.
El alcoholismo, es una enfermedad. El alcohólico depende físicamente del consumo de alcohol y solo él puede decidir cuando cortar la dependencia. Pero no puede hacerlo solo.
Por eso, en esta época festiva, el llamado es a la reflexión; a hacernos un autoexamen de conciencia para medir nuestra relación con el alcohol y determinar si sigue siendo un amigo ocasional o si está empezando a afectar nuestra vida negativamente.
Si pasamos el examen, antes de seguir la fiesta, detengámonos por un momento y pensemos en nuestros seres queridos, ¿estamos seguros de que el alcohol no les está ganando la batalla?
Las coronas de pino, los arbolitos y las luces que alegran los paisajes navideños traen a la memoria aromas y sabores entrañables. La navidad llega una vez más a nuestras vidas y tras ella vendrán las celebraciones de año nuevo, que llaman tanto a la alegría como a la nostalgia – eso depende – y que muchas veces, vienen acompañadas de licor.
La historia del ser humano como ser social, esta ligada desde sus principios al consumo de sustancias o bebidas concebidas para incentivar la alegría o escapar del mundo según sea el caso.
Por eso, es difícil señalar la línea divisoria, la línea mágica que nos diga en que momento nuestro amigo el licor se convierte en nuestro peor enemigo.
¿Cuando somos bebedores sociales y cuando nos convertimos en bebedores problemáticos?
Bebemos, los humanos, para celebrar nuestro nacimiento o el nacimiento de Jesús, bebemos para escapar a la tristeza, bebemos para romper la monotonía, bebemos cuando cerramos un negocio o sellamos un compromiso, bebemos cuando el negocio se dañó y cuando el compromiso se acabó.
Bebemos, y con ello la sociedad está conforme; por eso la responsabilidad de controlar nuestra relación con el vino, es sólo nuestra.
El abuso del alcohol trae mucho más que una resaca y por desgracia, cuando el alcohol ha empezado a dominar nuestras vidas, entramos en una etapa de negación que generalmente descansa en la aprobación del entorno social.
Para muchos, la figura del alcohólico no empata con la del cumplido compañero de trabajo o la figura amable de la empleada del café o el supermercado. La creencia popular es que el alcohólico es un desadaptado total que está muy cerca de parecer un pordiosero y que no encaja en el paisaje cotidiano.
Falso. Cualquiera que esté a nuestro alrededor puede estar empezando a padecer el alcoholismo sin generar la más mínima sospecha en su entorno social.
El que muchos consideren el alcoholismo como una cuestión moral y, por tanto, como un indicador de debilidad más que como una conducta aprendida hace que el enfermo se sienta avergonzado y se niegue a admitir que tiene un problema.
Por eso, muchas personas que sufren la dependencia del alcohol, no van por ahí, pregonándolo. Hace falta un largo proceso de rehabilitación para que el enfermo acepte su condición y empiece a trabajar por superarla.
El alcoholismo, es una enfermedad. El alcohólico depende físicamente del consumo de alcohol y solo él puede decidir cuando cortar la dependencia. Pero no puede hacerlo solo.
Por eso, en esta época festiva, el llamado es a la reflexión; a hacernos un autoexamen de conciencia para medir nuestra relación con el alcohol y determinar si sigue siendo un amigo ocasional o si está empezando a afectar nuestra vida negativamente.
Si pasamos el examen, antes de seguir la fiesta, detengámonos por un momento y pensemos en nuestros seres queridos, ¿estamos seguros de que el alcohol no les está ganando la batalla?
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