lunes, 10 de enero de 2011

Entre el amor y el miedo

Luisa Fernanda Montero

No es fácil estar en un parada de bus, hablando por teléfono tranquilamente y convertirse, de repente, en víctima de insultos sin sentido, por el sólo hecho de hablar español.

No es nada agradable ser testigo de los innumerables actos de violencia y discriminación que vivimos los hispanos día a día.

¿Cuantos se quedan en la anécdota y cuantos pasan a tener graves consecuencias?

¿Cómo se supone que debemos responder a la intolerancia?

Mientras la congresista demócrata de Arizona Gabrielle Giffords se recupera del siniestro ataque del que fue víctima, las divisiones y los extremismos continúan.

Es claro que vivimos tiempos en los que cada vez se hace más difícil conciliar y los inmigrantes, principalmente los hispanos, se han convertido en el centro de la atención de muchos que los usan para beneficiarse políticamente y alimentar el discurso de la intolerancia.

La retórica antinmigrante ha llegado a niveles insospechados y lamentablemente Arizona, es uno de los estados donde la intolerancia se ha convertido en el pan de cada día.

Hoy la víctima es una representante del pueblo que defiende los intereses de los inmigrantes, y que apoya la aprobación de una reforma que no es ya necesaria si no indispensable.

¿Que le están cobrando a Giffords?

¿El simple hecho de ser demócrata en un país cada vez más radicalmente polarizado o la osadía de defender la cordura?

Son las autoridades las encargadas de responder esas preguntas. Hasta ahora todo parece ser la obra de un solo individuo “perturbado”.

Mientras el presidente Obama lidera un minuto de silencio por las víctimas del ataque y la recuperación de los heridos, muchos siguen el rigor cotidiano de sus vidas como si nada estuviera pasando; como si no viviéramos en una sociedad rota dominada por el miedo.

El ser humano actúa motivado por dos grandes emociones, o sentimientos: el amor y el miedo. Neale Donald Walsch lo dice en su best seller Conversaciones con Dios.

Las acciones provocadas por el miedo, suelen ser violentas y equivocadas.

Desde esa perspectiva ¿Qué se espera de nosotros?

¿Cuál es la respuesta que debemos generar como comunidad? ¿Cuál es la que debemos dar como individuos?

Cuando el ataque es directo y frontal, es muy difícil ser tolerante. Pero la búsqueda de las emociones nobles nos ayuda a crecer como personas, a ser mejores seres humanos.

¿Somos capaces de sembrar tolerancia y buscar equilibrios o vamos a permitir que el miedo nos arrastre?

Por eso, debemos darnos un momento para pensar, responder a estas preguntas y decidir si hemos de contagiarnos de la ferocidad del miedo que es capaz de las más grandes maldades o hemos de buscar, guiados por el amor del que estamos hechos, las alternativas de tolerancia y respeto que merecemos como seres humanos.

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