Por Luisa Fernanda Montero
Esta semana el presidente Barack Obama congregó a funcionarios, agentes comunitarios y educadores para hablar de educación, y renovar el Programa de la Casa Blanca para la Excelencia Educativa de los Hispanos.
La acción es admirable, sin duda, el Programa creado en septiembre de 1990 ofrece pautas sobre asuntos educativos relacionados con los hispanos y pretende generar oportunidades académicas para la comunidad hispana.
La verdad dolorosa, sin embargo, es que la educación está en crisis, y como parte del sistema, la comunidad hispana no puede aislarse de ese panorama. De hecho, el tema educativo es una de sus prioridades y eso está ampliamente demostrado, las encuestas, marcan a la educación como una de sus preocupaciones permanentes al lado de temas como la economía y la inmigración.
Los millones de hispanos que viven en Estados Unidos, han tenido que adaptarse, de una u otra forma, a un mundo cultural – muchas veces adverso – que les exige un aprendizaje permanente.
He visto, en mis años de trabajo con la comunidad hispana, como padres carentes de recursos hacen esfuerzos sobrehumanos para “sacar a sus hijos adelante”, y eso implica, sin lugar a dudas, educarlos, abrirles las puertas de un futuro mejor en el que sus sacrificios encuentren un sentido.
He visto triunfar y graduarse de las más prestigiosas universidades a los hijos de humildes trabajadores hispanos, sin ninguna preparación académica.
Si, la educación es prioritaria para los hispanos. Pero, aunque ha ido mejorando paulatinamente, el sistema no está creado para ellos.
Hoy son mucho más comunes los programas de inglés como segunda lengua en las escuelas e instituciones educativas, y los esfuerzos de inmersión cultural son una realidad en muchas comunidades, pero, falta mucho.
Es claro que las comunidades de bajos recursos que no tienen acceso a educación “privilegiada” siguen enfrentándose a la discriminación y a la ineficiencia del sistema y esta es una pelea que debe darse en todos los niveles, pero, el sistema educativo, por sí mismo, no puede garantizar el éxito de todos y cada uno de sus pupilos.
Por eso, una gran parte de la responsabilidad recae en los padres. Es en el seno familiar donde niños y jóvenes deben encontrar la inspiración y las herramientas para triunfar en el campo educativo.
Si el sistema falla – y ha fallado - el hogar debe ser una especie de fortaleza en la que los valores que niños y jóvenes necesitan para labrarse un mejor futuro, sean prioritarios.
Los padres, no pueden descargar la responsabilidad de la educación de sus hijos en la escuela, o en el sistema mismo, deben ser protagonistas permanentes de la educación de sus hijos.
La tarea, no es fácil, pero tampoco es imposible. Tiene que ver con un compromiso afectivo y una disposición de tiempo real.
Es bien sabido que muchos padres hispanos se ven obligados a trabajar dobles jornadas y que el tiempo que pueden dedicarle a sus hijos es mínimo; pero ese tiempo, es el mejor legado que pueden darles.
Comparta con su hijo, hable con él, escúchelo y llévelo de la mano. Si usted no se compromete con la educación de su hijo, es muy probable que él tampoco lo haga.
Tiempo, dedicación y amor, son claves en la búsqueda de la excelencia educativa, y es en el hogar donde deben fortalecerse los cimientos de una conciencia real sobre la importancia del aprendizaje. Sin esos cimientos no hay sistema ni programa que valga.
lunes, 18 de octubre de 2010
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