lunes, 1 de noviembre de 2010

La depresión de los hispanos

Luisa Fernanda Montero
La depresión es un mal de los hispanos. Ya en 1997, la Encuesta Ambulatoria de Atención Médica, daba cuenta de que la depresión entre los hispanos había aumentado en más de un 70 por ciento con respecto a 1992 y otro estudio revelaba en el 2003 que los hispanos tenían un diagnóstico desproporcionado de depresión comparado con los demás grupos étnicos.

La situación no ha mejorado. Este año, un informe de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades, encontró que la condición afecta en mayor proporción a los grupos minoritarios.
El informe da cuenta de que el 9 por ciento de los 235.067 adultos consultados en 45 estados entre el 2006 y el 2008 sufrían en ese momento de depresión. El 4 por ciento de los hispanos y el 4 por ciento de los afroamericanos manifestaron sentirse deprimidos, en comparación con un 3,1 entre los blancos.
Hace falta recordar que gran parte de la población hispana que reside actualmente en Estados Unidos carece de seguro médico; lo que de acuerdo con los entendidos no sólo dificulta su tratamiento si no que hace más difícil su diagnóstico.

¿Qué hace que los hispanos seamos tan vulnerables a caer en estados depresivos?

Es evidente que responder a esta pregunta con rigor científico requiere análisis y estudios profundos de carácter por lo menos médico, social y cultural; pero creo que hay ciertos factores que nos hacen más propensos a una condición como esta.

Contando con que entre los hispanos que viven en Estados Unidos hay más de 12 millones de inmigrantes indocumentados, puedo pensar en algunos motivos de tristeza y posterior depresión de muchos de ellos.

¿Cuántos pueden hablar de estabilidad laboral en tiempos de crisis?

¿Cuántos han vivido años, meses y días sin ver a sus seres queridos?

¿Cuántos han debido sacrificar su estabilidad familiar y emocional a cuenta de unos cuantos dólares que garanticen el sustento de los suyos al otro lado de la frontera?

¿Cuántos han sido víctimas de discriminación y maltrato?

¿Cuántos deben olvidarse de lo que creen que son o han sido para enterrar sus vidas detrás de un lavadero de platos a pesar de ser profesionales?

¿A cuántos la imposibilidad de aprender inglés, aunque lo intenten, los mantiene arrinconados?

¿Cuántos han visto crecer a sus hijos a través del papel coloreado de una fotografía?

¿Cuántos han visto convertido su sueño americano en un foreclosure?

La depresión es un mal de los hispanos, Si, pero es también la fotografía de las sociedades disfuncionales que no son capaces de generar fuentes de trabajo y exportan a sus ciudadanos como reses a un país en el que son explotados y discriminados cuando no maltratados o asesinados.

La depresión ocurre cuando la melancolía o la tristeza no desaparecen, yo estoy segura de que muchas melancolías se irían de paseo si de una vez por todas legisladores, activistas y dirigentes se pusieran de acuerdo y sacarán de las sombras a los millones de inmigrantes que día a día trabajan con honestidad y determinación aprobando de una vez por todas la reforma migratoria que tanto necesita este país.

Mientras tanto si nos deprimimos no nos queda más que reconocer la enfermedad, enfrentarla y atenderla.

Si los sentimientos continuos de tristeza, ansiedad, vacío o desesperanza permanecen y empiezan a afectar su capacidad de sobrellevar el día a día, busque ayuda.

Si no tiene seguro, recuerde que en la mayoría de ciudades, condados y localidades hay algún centro médico comunitario dispuesto a atenderlo, apóyese en su iglesia o encuentre un amigo, pero no desista: usted tiene derecho a ser feliz.

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